A inicios de 2020 los usuarios preferían realizar sus transacciones de manera presencial, esto respondía a la tendencia de mercado acerca de los baby boomers, para quienes la implementación tecnológica no se trataba de otra cosa que no fuese sinónimo de complejo e inseguro; razón por la cual las oficinas bancarias eran el único escenario posible. 

La asistencia a clases era de igual forma rigurosa, los conciertos se disfrutaban en multitudes, los doctores atendían en consultorios, mientras la digitalización iba siguiendo su curso con tímidos porcentajes de crecimiento, pues de acuerdo a las estadísticas de Hootsuite “We Are Social”, Colombia tuvo un 2,9 % de alza en comparación con el año anterior. 

Sin embargo, una crisis sanitaria a nivel mundial terminó siendo un reto que impulsó a que los ecosistemas se adaptaran a nueva normalidad con exigentes protocolos de seguridad en un tiempo récord, tal y como el filósofo Thomas S. Kuhn afirmó al decir “las crisis son prerrequisitos de las revoluciones”. 

Se trató entonces de una revolución tecnológica que volcó por completo la cotidianidad a la virtualidad: transacciones bancarias, citas médicas, retiros pensionales, compras seguras, entre muchas otras actividades, lo cual se tradujo en un crecimiento exponencial. Así lo informó el estudio de Nielsen mencionado por la revista Dinero en el mes de octubre “El comercio electrónico creció en tres meses lo equivalente a 4 años”, y junto con él, los ataques cibernéticos.

Con este nuevo ecosistema digital y ante las cambiantes dinámicas de consumo surgen diversos cuestionamientos, como por ejemplo: 

  • ¿Qué requieren las empresas para proveer estos servicios de una manera segura y con una excelente experiencia del usuario? 
  • ¿Cómo se puede garantizar que el consumidor es quien dice ser al momento de realizar una transacción remota? 
  • ¿Cómo se tiene la seguridad de que quien está atendiendo la cita al otro lado de la pantalla, es el doctor?
  • ¿Quién está haciendo la transacción bancaria, es el titular? 
  • ¿Quién está solicitando el servicio, es el usuario acreditado? 

Preguntas que sin duda apuntan a una incógnita mucho más amplia y que alude el término Identidad Digital. Al respecto este hace referencia a la identificación del usuario dentro del ecosistema virtual, lo cual puede comprender aspectos tan sencillos como el usuario y una contraseña, pero que sin embargo, resultan ser insuficientes para la seguridad del usuario en cualquiera de sus operaciones electrónicas. 

Así las cosas, la Identidad digital debe constar de una serie de atributos tales como: la consulta a las entidades gubernamentales para la toma de datos biográficos, la toma de rasgos biométricos únicos y propios, y la realización de “prueba de vida”, la cual asegura efectivamente que quien realiza la transacción es una persona real; para algunos casos se requiere el acompañamiento de una firma electrónica. Además, la solicitud de todos estos datos debe ser para el usuario una experiencia fácil, intuitiva, sencilla y que le genere confianza. 

Infomedia entendió y fue partícipe del cambio en el ecosistema, por lo que incluyó la Identidad Digital dentro de su portafolio, para hacer una oferta integral y segura de principio a fin; se trata entonces de la llave de entrada para que sus clientes puedan seguir operando y transando desde sus casas, a la vez que garantiza que quien está transando es quien dice ser, uno de los grandes desafíos de confiabilidad en el mundo virtual.

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